ATALAYA, SENCILLAMENTE, SABE.
Atalaya sabe controlar la atmósfera que se ha de respirar en un escenario, sabe dejar caer la luz exacta en los gestos, en cada palmo de las tablas; Atalaya sabe lanzar sentencias, sabe también que el actor es más que un cuerpo al que no sólo se le suma voz y fuerza: el actor es alto signo teatral per se. Atalaya lleva décadas dejando la impronta de su saber hacer en cada texto que elige, toca y retoca; sabe que las palabras son algo más que meros fonemas hilados y las metamorfosea en carne de cañón para apuntar al público, su objetivo bendito. Ellos saben mucho del rito, de cómo la voz queda enriquecida por el canto y el hechizo de las entonaciones; sabe empastar: sencillamente, sabe. Ver Atalaya es lo mismo y no es lo mismo; es rizar el rizo o puede ser un volteo fantástico en el tiempo, una vuelta de tuerca o vuelta a empezar; ver Atalaya te vuelve a emparentar sin duda con sus artefactos anteriores y te vuelve a sorprender por ver cómo su artefactum en general se vuelve, en sus manos, inagotable, incombustible. Atalaya empuña a Shakespeare como enarbola a Valle o le baila las aguas al supuesto autor de esta noche, Fernando de Rojas. Los artilugios son y no son la misma cosa cuando el logro, el encanto será justo eso: un punto de partida idéntico y un resultado sin par. Uno sabe que sentarse a ver a este reparto -el de siempre, el de ahora- es garantía de un éxito personal como espectador. Podemos disfrutar con el cuerpo grácil de Melibea que oscila entre déspota o hechizada/enamorada a trágica helénica (Silvia Garzón); sonreír con el barniz de commedia dell´arte de Sempronio (Manuel Asensio) y Pármeno (il maestro: Jerónimo Arenal) que doblan a Centurio y Sosia respectivamente. Lo mordaz hecho erótico o viceversa en las equilibristas/meretrices (María Sanz y Lidia Mauduit) quienes también se desdoblan en otras: pelele simpático o Elicia. Para llegar a la suma sacerdotisa de nuestra literatura: Celestina: demiurga, controladora, manipuladora quien, como afirma Gilman, engendra la trayectoria de los demás personajes: le da su aliento Carmen Gallardo. A esta Celestina se le llega a coger cariño, tal vez porque la visión aquí de la trotaconventos sea menos cruel y su cinismo y astucia haya quedado más difuminada. Formidable al fin y al cabo.
Tanto se ha comentado sobre si es teatro o si es novela esta joya hispánica, o como escribió Menéndez Pelayo que “si es drama no es novela y si es novela no es drama”, o las “corrupciones textuales“ a las que se ha visto sometida según Lobera Serrano, lo cierto y verdad es que Iniesta una vez más se apunta un tanto y Atalaya da el do de pecho para entregar su propia edición que con su rúbrica la firma y nos la entrega tan campante, por lo que he dicho al principio: sencillamente porque sabe. En el programa de mano, Iniesta da sus razones a la hora de haber elegido este texto, ya que sostiene que “hay un aviso de los desastres que conduce el individualismo a ultranza”, amén de “la obsesión por el dinero, producto de ese egoísmo individualista”. Los alaridos y gorjeos de Celestina en su himno grotesco a la Fortuna, la ambición de los criados, oscura y perversa, así como la ambición amorosa de los propios amantes por conquistarse a toda costa (amor=locura=sexo); el engaño a los ojos y el querer cada uno sacar tajada cueste lo que cueste sólo conducirá a un final -el que vamos a tener nosotros- la Muerte, la cual, como bien se remarca aquí, no deja a títere con cabeza. Esa atmósfera que Atalaya ha creado de oscuridad y oscurantismo, de codicia y túneles, de retruécanos y ribetes de poesía -esto último no es sino una parodia al amor cortés- arranca del pesimismo medieval totalmente transportable al que va emergiendo en nuestro entorno hoy en día.
Recuerdo una Celestina -chillona, grandilocuente, desmedida- en el Maestranza hace algunos años… Prefiero, visto lo visto, a la Gallardo -jugando con el destino y sus tonos con maestría-, prefiero el tifón de Atalaya. Y si Calixto exclama: “Melibeo soy”, hoy yo diré -perdonen mi atrevimiento: “Atalayo soy…”.
CELESTINA, la tragicomedia
Compañía Atalaya
Dirección: Ricardo Iniesta
Reparto: Carmen Gallardo, Raúl Vera, Silvia Garzón, Manuel Asensio, Jerónimo Arenal, María Sanz y Lidia Mauduit
Teatro Lope de Vega, Sevilla, del 12 al 15 de abril
http://www.masteatro.com/critica-de-celestina-la-tragicomedia
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